Igual que uno contempla a través de una pequeña ventana/
una verde hoja solitaria, un pequeño pedazo del vasto cielo azul,/
así empecé a percibirte a Ti, en el principio de todas las cosas./
Igual que la hoja languideció y se marchitó, y el pedazo de cielo
desapareció como
tras una oscura nube,/
así palideciste Tú y te desvaneciste./
Pero sólo para renacer de nuevo,
como la verde hoja solitaria, como el pequeño pedazo de cielo azul./
Durante muchas vidas he visto el desapacible invierno
y la verde primavera.
Prisionero en mi pequeño cuarto,
no podía ver el árbol entero ni el cielo ilimitado.
Juré que no existía el árbol ni el vasto cielo...
Ésa era la verdad.
El tiempo y la destrucción hicieron
que mi ventana se agrandara.
Contemplaba,
ahora,
una rama llena de hojas
y un pedazo de cielo azul más extenso, con muchas nubes.
Olvidé la verde hoja solitaria, el pequeño pedazo del vasto azul.
Juré que no existía el árbol, ni el inmenso cielo...
Ésa era la verdad.
Cansado de esta prisión,
de esta pequeña celda,
me lancé hacia la ventana con furia.
Con los dedos ensangrentados
arranqué ladrillo tras ladrillo, y contemplé,
ahora,
el árbol entero, su gran tronco,
sus innumerables ramas, sus miles de hojas,
y una inmensa parte del cielo.
Juré que no había otro árbol, que el cielo no tenía otra parte que aquélla...
Ésa era la verdad.
La prisión ya no me retiene,
eché a volar por la ventana.
Ay, amigo,
veo todos y cada uno de los árboles y la vasta extensión del cielo ilimitado.
Aunque vivo en cada hoja solitaria y en cada pequeño
pedazo del vasto cielo azul,
aunque vivo en cada cárcel y me asomo a cada
pequeña ventana,
liberado estoy.
Nada, nada en absoluto podrá encadenarme...
Ésta es la verdad.
Igual que uno contempla a través de una pequeña ventana/
una verde hoja solitaria, un pequeño pedazo del vasto cielo azul,/
así empecé a percibirte a Ti, en el principio de todas las cosas./
Igual que la hoja languideció y se marchitó, y el pedazo de cielo
desapareció como
tras una oscura nube,/
así palideciste Tú y te desvaneciste./
Pero sólo para renacer de nuevo,
como la verde hoja solitaria, como el pequeño pedazo de cielo azul./
Durante muchas vidas he visto el desapacible invierno
y la verde primavera.
Prisionero en mi pequeño cuarto,
no podía ver el árbol entero ni el cielo ilimitado.
Juré que no existía el árbol ni el vasto cielo...
Ésa era la verdad.
El tiempo y la destrucción hicieron
que mi ventana se agrandara.
Contemplaba,
ahora,
una rama llena de hojas
y un pedazo de cielo azul más extenso, con muchas nubes.
Olvidé la verde hoja solitaria, el pequeño pedazo del vasto azul.
Juré que no existía el árbol, ni el inmenso cielo...
Ésa era la verdad.
Cansado de esta prisión,
de esta pequeña celda,
me lancé hacia la ventana con furia.
Con los dedos ensangrentados
arranqué ladrillo tras ladrillo, y contemplé,
ahora,
el árbol entero, su gran tronco,
sus innumerables ramas, sus miles de hojas,
y una inmensa parte del cielo.
Juré que no había otro árbol, que el cielo no tenía otra parte que aquélla...
Ésa era la verdad.
La prisión ya no me retiene,
eché a volar por la ventana.
Ay, amigo,
veo todos y cada uno de los árboles y la vasta extensión del cielo ilimitado.
Aunque vivo en cada hoja solitaria y en cada pequeño
pedazo del vasto cielo azul,
aunque vivo en cada cárcel y me asomo a cada
pequeña ventana,
liberado estoy.
Nada, nada en absoluto podrá encadenarme...
Ésta es la verdad.
Gracias por tu aportación...
ResponderEliminar